火曜日, 4月 21, 0021

BIBLIOTECA DIGITAL MUNDIAL



voy terminando a mi paso
ovillos de papel higiénico que me encuentro
a mi paso
como encender el interruptor para apagarlo inmediatamente después
rollos que van terminando a doble capa
a cada sentadita
con los brazos en alto
en un desconsuelo amargo
y de fuerte olor a cloro
voy plasmando mis sentimientos
rujiendo sobre esa desechable mini-sábana de la vida
enrollada
como compañero de cama
vuelvo a retomarla siempre
en ese mismo inicio
justo antes del final
y al final no me despierto en mi cama
sino en un alma ajena

金曜日, 4月 03, 0021

NADIE SABE (誰も知らない, Daremo shiranai)


by HIROKAZU KOREEDA, 2004

是枝裕和 (Koreeda Hirokazu)


Cuatro niños menores de edad, hermanos de madre, son abandonados a su suerte por ésta en un pequeño apartamento de Tokio. Los hermanos, que jamás habían acudido a la escuela, deben sobrevivir durante un largo período de tiempo en soledad, ya que ni siquiera los vecinos conocían de su existencia. Tras estas pesquisas argumentales, que bien podrían haber parido un perfecto telefilm de sobremesa, se esconde uno de los mejores largometrajes del año, “Nadie Sabe”. El director japonés Hirokazu Kore-eda se basa en un hecho real, ocurrido a finales de los 80 y que conmocionó a la opinión pública japonesa.

A pesar de que pueda parecer una empresa fácil, dada la rápida empatía que la audiencia suele establecer con las películas protagonizadas por niños, la construcción de “Nadie Sabe” es complicada. Y es que dado el tema que maneja, lo más sencillo sería una historia sensiblera, de pañuelo fácil y de búsqueda constante de una culpabilidad en el seno de la sociedad. Afortunadamente Kore-eda se aleja de estos tópicos para presentarnos un film duro, sin concesiones de melodrama barato, donde el propio director demuestra una excepcional maestría a la hora de retratar con un realismo inusual en la actualidad, el mundo infantil. “Nadie Sabe” es la perfecta recreación de ese microcosmos que los niños construyen para alejarse de un mundo exterior amenazante. No importa la precariedad o los infortunios, ya que ellos saben crear su espacio y construir una barrera que los aísle y les permita convivir en armonía con ellos mismos. Todos los problemas son vividos desde una óptica de supervivencia natural que solo va desapareciendo a medida que la madurez física y mental va tomando cuerpo.

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