日曜日, 8月 16, 0021

SUENA COMO HUELE



"-Todos los futuros poseen una gran virtud:

la de no ser jamás como te lo imaginas"

decía Pavic´


palabras que siguen al agua

igual que las carroñeras que huelen el momento

atraviesan el hedor pacientemente

como si esperaran su turno en la feria de la física y la química


parece que entren suavemente

como las palabras

¡yo no sé!

pero no

no

no

y no se vuelve


"dentro de todo sí hay un pequeño no"

dijo el maestro Lledó

"ATERRORISMAR"

Elpais.EMILIO LLEDÓ 06/09/2005

Quienes pasan, en estos últimos tiempos, por aeropuertos de distintos países, sobre todo de EE UU, acaban por insensibilizarse y aceptar, como algo natural ya, los duros y desagradables controles a los que se ven obligados. Si tiene usted la piel pigmentada, con cierta tendencia a los tonos oscuros, es posible que los encargados de nuestra seguridad no se contenten, obedeciendo órdenes y consignas, con hacerle quitar el cinturón y los zapatos y tomarle las huellas digitales o faciales, sino que le hagan desnudarse casi por completo. Este hecho, que es sólo ejemplo, si se quiere inofensivo, por muy humillante y absurdo que parezca, es uno más entre centenares de agresiones a que pueden condenarnos los gobiernos que se alimentan de la funesta "cólera de los imbéciles" y que pretenden contagiárnosla.

Es cierto que con esas medidas, más o menos justificadas, se nos hace creer que nuestro vuelo, o nuestro acceso a un determinado edificio, es más seguro; y con la esperanza de esa seguridad aceptamos tales controles y acabamos incorporándolos como hábitos necesarios de nuestro comportamiento social, como accidentes inevitables de nuestra existencia. Es cierto que en un mundo aterrorismado hemos llegado a asumir que no hay otro remedio que resignarse a la presunción de culpabilidad de todo ser humano y a que, por unos momentos, tengamos que soportar la inclusión en una etérea lista de malhechores. Una culpabilidad universalizada que, irradiada a todo viajero o visitante, nos tranquiliza y nos asegura, pero que nos va inyectando en los recodos de nuestro ser esa nueva forma de miedo que me atrevo a bautizar con el nombre de aterrorismar. Es cierto, también, tal como nos demuestra, trágicamente, la experiencia que, por muchos controles que hagamos, no podemos evitar el acto terrorista que haya sido realmente maquinado. Y es cierto, entre otras muchas certezas, que, al parecer, las empresas de seguridad son, como es lógico, un excelente negocio.

Bien es verdad que un porcentaje importante de los políticos que reinan en nuestras ilustradas democracias suelen ser personajes, digamos, de medio pelo, cuando no fanáticos atontolinados, individuos de oscuras biografías, perturbados por ideólogos de distintas sectas que les agruman el cerebro y les hacen hablar por boca de ganso. Los gansos no son sino los otros, los que realmente tienen en sus manos los negocios, las empresas, las inmobiliarias, las compañías petrolíferas, las fábricas de armas. Son gansos, efectivamente, por su inhumano y desesperanzado cerebro; pero astutos, implacables, ignorantes, crueles. Ellos mandan tirando de los hilos de sus intereses, de los que, en bastantes casos, hacen partícipes a sus mentecatas marionetas.

Porque nada hay tan peligroso como un mentecato armado, un idiotizado activo, movido por unas cuantas frases hechas: "eje del mal", "destrucción masiva", "implantar democracia", "defender la identidad", "efectos colaterales", "ayuda humanitaria" y, la más reciente, "combatir el terrorismo". En muchos casos, el terrorismo, como eslogan publicitario, con todas las tristes y lamentables excepciones, es un invento y un fomento de estos señores, que lo cuidan y desarrollan con extremado esmero. La creación del terrorismo, como peligro universal, es una de las fuentes más lucrativas para mantener encendido el fuego de la guerra. Una guerra que no cesará "mientras", como decía el poeta, "haya alguien que saque tajada de ella".

Ese fomento del terrorismo permite a esos poderes, tan sanguinarios como los mismos terroristas que ellos azuzan con sus bestiales y despiadadas guerras, machacar con bombas de racimo u otros monstruosos artilugios a un país como Irak y causar miles de muertos y heridos civiles inocentes -todos los muertos de todas las guerras son inocentes-, arrasar poblaciones enteras, mutilar niños. Basta con visitar los hospitales de Bagdad de la mano de algún médico sin frontera, pero con piedad, para comprender la otra forma de terrorismo, que sirve, paradójicamente, para alimentar el terrorismo de los desesperados, de los obnubilados, de los fanáticos. Por supuesto, no más obnubilados y fanáticos que los pontífices del "eje del Bien". Nadie con un poco de capacidad para entender habrá creído nunca la bazofia ideológica que chorrea entre las neuronas y los comportamientos de semejantes individuos. A no ser, claro, que hayamos perdido los papeles, los papeles del sentido común, de la justicia, de la bondad. Por cierto, y a propósito de bondad, el filósofo había escrito: "Aquello que distingue al hombre justo y bueno es ver la verdad en todas las cosas, siendo, por así decirlo, el canon y la medida de todas ellas". Pero es muy posible que entre esos papeles perdidos se halle, además, el papel de la verdad. Porque siempre se nos había informado de que un hermoso lema de honradez en la cultura de los Estados Unidos era el no permitir la mentira, y menos en un político. Parece, sin embargo, que esta consigna ética es otra frase hecha que, por lo que estamos viendo, no sirve absolutamente para nada. Sabemos que no había armas de destrucción masiva y, con una elemental lógica, deducimos que una buena parte de las noticias con que nos han bombardeado eran totalmente falsas o fruto de manipulaciones desvergonzadas. Pero ningún político predicador de esas falsedades ha dimitido, ni ninguna presión de la opinión pública les ha obligado a hacerlo.

Tal vez esta insensibilidad social, esta ceguera ante los derechos humanos, que permite mantener cárceles secretas, aislar y maltratar en múltiples Guantánamos a muchos inocentes, entregar hipócritamente a supuestos sospechosos para que otros gobiernos los torturen, es fruto de esa peculiar forma de asustar y atemorizar como es, hoy en día, aterrorismar. Una palabra que expresa todas las modificaciones que, en nuestro mundo, es capaz de experimentar el inevitable miedo al que siempre estuvo sometida la humanidad. La peste, la sequía, el hambre, las guerras y otras plagas semejantes han poblado la historia humana de infelicidad y angustia, y siempre hubo quien sacó provecho de ella sometiendo a la gente con las armas o, cuando ya no era posible, con el dominio sobre sus cerebros, sobre sus consciencias. Siempre hubo administradores ideológicos del miedo que podía, en muchos momentos, hacer de nosotros individuos irracionales, despiadados y agresivos. En nuestro tiempo, ya no tenemos que atemorizarnos sólo por las catástrofes naturales que nos sobrevengan, sino sobre todo por las que provocan aquellos que desde distintos torreones del poder pretenden atontarnos, aterrorismarnos y dominarnos, con los productos de sus desvencijados cerebros.La utilización del terrorismo como excusa es una forma de meternos miedo en el cuerpo. Con ello se justifica no sólo la violencia personal que podamos ejercer contra los indefensos, o contra otros tan aterrorismados como nosotros, sino para justificar la de aquellos que se permiten asustarnos continuamente, acosarnos con el terror de sus noticias o de sus actos y seguir cultivando el miedo, motor siempre de la violencia y la agresividad. Ya no estamos únicamente atemorizados, sino aterrorismados. Basta que alguien grite la palabra 'terrorista' entre una multitud para que, como acabamos de tener noticia, ocurra la tragedia del puente sobre el río Tigris. Porque la inseguridad, la infelicidad, el terror que filtran en el cerebro de sus súbditos, obedecen ya a un mundo de mensajes, de comunicaciones, de manipulaciones que fluyen por los medios de información, que sirven para globalizar las noticias y, de paso, globalizar el terror, incorporar el terror en nuestra mente, poco a poco, para permitir la existencia y el imperio de los imbéciles y de su cólera. Cuando en algún aeropuerto del globo le hagan a usted quitarse el cinturón, ese pequeño y estúpido gesto del que, por supuesto, no es responsable el funcionario que se lo indica, sepa que es una casi insignificante forma de irle, poco a poco, inoculándole terror, desconfianza, inseguridad, infelicidad, ignorancia, agresividad. Le están aterrorismando.

Emilio Lledó es filósofo y escritor.

金曜日, 8月 14, 0021

camina hacia el pisto cortado con huevo


como lo hacía la abuela de hierro


deslizándose entre yunques y tatuajes de soldado


cazador y herrero


bajo vivo fuego


corretea como la levadura al mojarse


y salpica como una señora amostazada escupe sangre


reflejos


de mar en vida
de calaveras en el mar
hay otros mares
hay otros mundos


水曜日, 8月 12, 0021

Los abrazos no dados

MARUJA TORRES 09/08/2009

Muere alguien cercano –y, créanme, estoy en una edad en que ello sucede a menudo-, y me pregunto si le abracé lo suficiente. La memoria contiene atenciones dedicadas a la piel, al perfume de cada uno. En mi olfato evocador permanecen los referentes de esa persona con la misma exactitud con que ahora mismo, si cierro los ojos, evoco el olor de la gente viva a la que quiero, tanto si permanece lejos como si voy a encontrármela en el transcurso del día de hoy. Registramos la percepción que recibimos de las personas amadas –y hay muchas formas de amar, afortunadamente–, el aroma que desprenden y la manera en que nuestra capacidad para el encuentro lo adopta y clasifica. Pues se mezclan, en los sentimientos que perdurarán para el recuerdo convertidos en una sensación única, el olor del otro y nuestro don más o menos afilado para recibirlo.
Y es entonces, cuando alguien muere, y te llegan a los sentidos el vaho de su cabello en verano, la frescura de sus pecas en invierno, el mensaje de su ropa… Es entonces cuando te preguntas si os abrazasteis lo bastante.
Inevitablemente, uno mira alrededor para comprobar si está abrazando lo bastante a quienes le rodean y le importan. Y comprende que hay mucho abrazo vano y mucho besuqueo en el aire, pero que nos falta acercar el pecho, darse con el torso uno de esos toques profundos, una de esas transmisiones de afecto que el otro metaboliza, que acompañan.
¿Se han dado cuenta de la cantidad de personas que retroceden un paso cuando pretendemos abrazarlas así? Sobre todo hombres. Los hombres sufren, para su desgracia –no es el caso de los gays, desde luego-, de falta de aprendizaje para los contactos que no sean sexuales. La ternura los inunda, pero carecen de espitas para darles cauce. Entonces los abrazas y callan, temiendo que se vaya a abrir el mar Rojo y los vaya a engullir, o que se vaya a abrir el mar Rojo y sencillamente los escupa. Es decir, temiendo, pero no sabiendo qué temer. Estamos en una época en que el contacto físico sentido, no el de las palmadas en los hombros ni las formalidades, acobarda.
No hablo de amantes –ése sería otro cantar: que hablen quienes aún tienen hormonas–, hablo de amigos. ¿Nos apretamos las manos, no para saludarnos, sino para comunicarnos? ¿Lo hacemos en público, sin importarnos los demás sólo porque nos lo pide el cuerpo, sólo porque nos parece necesario, sólo para decir “estoy aquí, contigo, como siempre”? A veces sí. Pero no con tanta frecuencia como deberíamos.
Hay personas ríspidas, hirsutas, erizadas. Me faltan definiciones, pero muchas tienen que ver con los moluscos. Mal educadas en las emociones físicas, con una infancia a cuestas que aún destila sequedad o exceso de leche materna, y que tienden a envararse, confundiendo la sobriedad con el papel de lija.
Hay gente que no sabe abrazar y que no lo sabrá nunca, con lo que eso supone de soledad interna para ellos, y de despellejamiento de los abrazos de uno, de frustración. Y hay gente que abraza demasiado, tanto que se desvaloriza, y termina dando tanto que da muy poco.
Pero entre medias hay personas que aprenden a abrazar, que superan el miedo al compromiso –o simplemente, a no saber hacerlo, a que se les note la falta de costumbre– y que se van abriendo de a poquitos. Créanme de nuevo –pues entre lectores y leídos siempre hay algo de relación de mutua fe–, es una sensación extraordinaria asistir a eso, al descubrimiento de los tiernos gestos físicos, gestos amistosos hasta el tuétano, gestos puntuales que acercan más que las palabras o que dotan de sangre y calor a las palabras, o que hablan con una elocuencia para la que aún no hemos inventado palabras.
Hay personas que aprenden a abrazar, y personas que aprendemos a apreciar su esfuerzo y a respetar sus caminos. Y agradecemos que eso ocurra, porque es un trabajo que habremos hecho en vida y del que nadie se arrepentirá.

月曜日, 8月 10, 0021

mi pequeño aroma


un palmo de vida
como dulce de arena entre mis dedos

invitándonos a esos lagos de emoción incontrolada



mis manos colgando de nubes en mis ojos

nubes y cáscaras de mar

dando la vuelta al horizonte

que engulle



y al nacer

pagar el alquiler siendo solo un bebé

para proteger a todo el mundo

y así

conmigo de la mano

esperas despertar

火曜日, 8月 04, 0021

natasha


relato inédito de nabokov, escrito en berlín en el verano de 1921
formará parte de los cuentos completos que se publicarán el 7 de octubre en alfaguara
necesitarás 8 hojas 8 para imprimirlo


desdeLa Petite Claudine 3.0

desde manifesta7

:D